“No nos convertimos en héroes (…) mantenemos el juramento de soldado y cumplimos con nuestro deber. Esto debería ser reconocido por todos” (Mayor Henryk “Hubal” Dobrzański, 22 de junio de 1897-30 de abril de 1940; líder de la Unidad Destacada del Ejército Polaco).
Nuestro compañero Pedro J. Oiarzabal viajó a Cracovia en tren, compartiendo, casualmente, el viaje con una pareja de ancianos de Tel Aviv. Estaban buscando sus antepasados judíos en Polonia. Hablaron sobre las políticas de la memoria y la importancia de transmitir el pasado a las nuevas generaciones.
Unas 250.000 personas, entre ellas 60.000 judíos, vivían en Cracovia a principios de 1939. La ciudad se convirtió en la sede del “Gobierno General para la Región Polaca Ocupada” nazi, encabezado por Hans Frank, lo que salvó a la ciudad de ser destruida como ocurrió con Varsovia.
En la primavera de 1941, Frank decidió crear un gueto en la ciudad con más de 20.000 judíos. Un año después, la mayoría de ellos serán enviados a campos de exterminio. En marzo de 1943, el gueto fue completamente destruido y los judíos supervivientes fueron deportados a campos cercanos, incluido Auschwitz-Birkenau.
Profundizar en la pesadilla del pasado de Cracovia durante la Segunda Guerra Mundial, nos ha permitido explorar tanto la resistencia partisana como la del Ejército Nacional (es decir, el ejército regular del gobierno polaco durante la guerra) contra los ejércitos nazi y soviético. La visita al gran “Muzeum Armii Krajowej”, el único que trata sobre la historia del Ejército Nacional en Polonia, era imprescindible para conocer el papel que desempeñó el ejército polaco dentro y fuera de Polonia después de la ocupación de Alemania y de la Unión Soviética.
La visita nos brindó un contexto para repensar las contribuciones y los sacrificios que los hombres y mujeres militares aliados hicieron por nuestras libertades, entre ellos nuestros vasco-americanos.