La montaña, con su belleza otoñal, sigue presidiéndolo todo. Los hombres llevan tanto tiempo echados al monte que se han acostumbrado a vivir así, a salto de mata.
De tanto guardar el secreto de la operación en los pasos fronterizos, acumulando efectivos en los “Chantiers” como si fuesen leñadores, la UNE parece haberse olvidado de la propaganda y ningún fotógrafo cubre el recorrido de los anarquistas de la 9ª Brigada hacia Baguergue.
En sus mochilas llevan los pasquines de "Reconquista de España", incluyendo alguna edición especial que irán repartiendo en los pueblos, pero nadie inmortalizará a los hombres que se infiltran en el Vall d´Aran. Más tarde sabrán que el fotógrafo Robert Capa se había acercado al otro lado de la frontera después de cubrir el avance aliado desde Normandía, pero ahí ya solo sacará instantáneas de hombres derrotados y heridos.
En cambio, hoy y aquí, la montaña es la única que certifica el paso de los guerrilleros, mudo testigo de sus afanes y esperanzas. Si el otro día aceptaron que la muerte puede esperarles en un recodo del camino, hoy son conscientes de que no habrá honor ni gloria para los caídos, ya que el PCE siempre monopolizará el resultado, tanto la victoria como la derrota, y sin testigos incómodos como los fotógrafos será mucho más fácil.
Así nadie puede ser acusado de trotskista, pero ellos no son comunistas sino anarquistas y su vinculación a la operación pasa por liberar a España del fascismo y derrotar a Franco. Por eso y no otra cosa han venido a la montaña. Una escenografía de Primera Linea y Sancho de Beurko.