Llegaron a Babergue y Unha, pero no conseguirían tomar Salardú, objetivo principal de la 9ª Brigada.
El factor sorpresa ya no daba para más y, cuando todo parecía tan fácil como descolgarse por la carretera, de repente, un disparo tras otro seguido del tableteo de una ametralladora precipitaron los acontecimientos.
En apenas unos minutos, que para algunos se hicieron eternos, los soldados y los guardias sostenían un fuerte tiroteo con los guerrilleros de iglesia a iglesia, de la de Salardú a la de Unha. Las balas rebotaban en los muros de piedra y pegaban por todas partes. Ningún sitio era seguro.
El estruendo de subfusiles y ametralladoras resonaba por todo el valle convirtiendo este combate en uno de los más virulentos de toda la operación. Los hombres, acostumbrados al frenético movimiento de la lucha partisana que se libraba en Francia contra un enemigo en retirada (“hit and run”/Golpea y corre, como les enseñaron los equipos de la inteligencia británica), se desplegaron a saltos por todas partes, comenzando los movimientos de flanqueo, pero pronto quedaron encajonados sin posibilidad de avanzar.
Las Sten, el arma favorita del guerrillero, crepitaban con su sonido característico. La lucha se desató con una intensidad inusitada, una violencia que llegaba por primera vez a este valle pirenaico por el que la Guerra Civil había pasado de soslayo. Una escenografía de Primera Línea y Sancho de Beurko