Estos días hemos conocido la noticia del descubrimiento del pecio del destructor USS Samuel B Roberts en el mar de Filipinas a la increíble profundidad de 7.000 metros, lo que constituye “el naufragio más profundo del mundo jamás localizado”. El descubrimiento ha sido posible gracias a un equipo liderado por Victor Vescovo, que pilotó el sumergible que llegó hasta “el casco maltratado del Sammy B durante una serie de inmersiones durante ocho días este mes”, según informó la compañía de actividades submarinas con sede en Texas Caladan Oceanic. Recordemos que el 25 de octubre de 1944 una modesta fuerza de tres destructores y cuatro destructores de escolta que protegían a seis pequeños portaviones (Taffy 3) se vieron de improviso atacados por lo más granado que le quedaba a la armada japonesa: cuatro acorazados (incluido el enorme Yamato con sus cañones de 460 mm), ocho cruceros y once destructores que iban hacia Leyte para impedir la invasión de las fuerzas de MacArthur. Los pequeños barcos estadounidenses plantaron cara al enemigo en la que sería llamada batalla de Samar. La US Navy perdió tres destructores y dos portaaviones, mientras que los nipones tuvieron que lamentar la pérdida de tres cruceros, y otros tres resultaron inhabilitados. Fue el final de la Armada japonesa como fuerza efectiva, ya que tuvo que retirarse a sus bases de partida. La increíble determinación de los pequeños barcos de Taffy 3, que resistieron hasta el final las acometidas de una fuerza enormemente superior, pasaría a los anales de la historia naval. El USS Samuel B. Roberts, que “luchó como un acorazado” fue uno de los barcos perdidos, pero hoy queremos acordarnos del USS Hoel, que aún no ha aparecido y en el que perdió la vida Jean Anthony Bastanchury (Colorado, 1919), artillero de segunda clase, hijo de emigrantes vascos que llegaron al país entre 1900 (el padre) y 1916 (la madre). Su viuda, Larayne Vera Mae Charpentier, le sobrevivió largos años. De 253 hombres solo 86 sobrevivieron al naufragio.