El grupo de RH de la Asociación Sancho de Beurko homenajea a “Banderas de nuestros padres” a través de Lobby Card. La película de Clint Eastwood, sin duda el último de los clásicos junto a Scorsese y Spielberg, incide en cuestiones relacionadas con la memoria y refleja el trauma de la guerra en aquellos que la vivieron de cerca, exhibidos como títeres por el sistema y entronizados por una prensa que, como ha pasado tantas veces, se hacía eco de lo que promovía el gobierno de turno (actualmente se financia en gran medida con publicidad institucional), en este caso para vender bonos de guerra. Lo demás quedaría sepultado en el recuerdo de los supervivientes y condensado en una imagen que dio la vuelta al mundo, la de la bandera sobre el monte Suribachi tomada por el fotógrafo Joe Rosenthal. Una película demasiado personal que tendría su eco en “Cartas desde Iwo Jima” y que, por exigencias de la Warner, tuvo problemas en la distribución, exhibiéndose en España más de dos meses después de su estreno en los EEUU. A nosotros, las herramientas del Fighting Basques Project, las de la microhistoria, nos llevarían hasta el vasco Albert Pagoaga y al infierno que pasó en aquella isla, y es que de eso trata el filme de Eastwood, de historias personales que marcaron vidas, siendo especialmente descriptiva la del indio Ira Hayes, que ya era ampliamente conocida y a quien incluso dedicó una canción Johnny Cash. De ahí que comparar sin más la película de Eastwood con la potentísima, pero almibarada en lo memorialístico, “Salvar al soldado Ryan” (con el permiso de Spielberg, que estuvo en la producción de "Banderas..." ), como hicieron en su día algunos críticos que no miraron más allá de los arquetipos del cine bélico, sea totalmente injusto, porque ambas responden a criterios distintos. Eastwood se introduce en el alma humana para cuestionar el stablishment haciendo uso magistral del lenguaje cinematográfico (que por momentos se convierte en onírico, como cuando suena “I´ll walk alone” en la voz de Dina Shore) del modo que mejor sabe, alternando la elipse con saltos que, si bien pueden hacer perder algo de ritmo a la película, son totalmente imprescindibles para comprender lo que pasa por la mente de un veterano que quedó totalmente traumatizado en aquel infierno. Las referencias de Eastwood a aquellos que inspiraron su modo de ver el cine nos llevan hasta John Ford en un par de ocasiones, que no describiré aquí para no quitar magia a todo aquel que la vea por primera vez y se pregunte porque Clint es uno de los más grandes. La mayoría de las imágenes de este fotocromo son de Alma & You, Jose Pablo Perez Gutierrez y quisiéramos agradecer la imprescindible ayuda de amigos como Marcus Krüger (Marcos Ríos), Vicente Suarez, Jesús González o Jonathan Zetukis Valle. Sin ellos no hubiera sido posible.