Ignacio del Horno
Reconozco que, cuando me contactó la Asociación Sancho de Beurko para escribir algo sobre recreación histórica en su blog, la idea que me vino en primera instancia a la mente era muy diferente. La clásica definición, reglas a seguir, finalidad y líneas rojas…Ahora me alegro de no haber escrito en caliente.
Yo tengo dos muy buenas y fieles amigas que me ayudan a madurar las ideas y sobrepasar toda expectativa inicial. Esas amigas son la soledad y la noche. Es por eso que este artículo no va a ser una columna aséptica al uso como imaginé según conversaba con el editor. Voy a hablar de reconstrucción histórica de un modo caótico y desordenado, como a mí me gusta.
Según a la persona a quien preguntes obtendrás diferentes respuestas. Y es que el reconstructor pasa por fases según camina de la comprensión al conocimiento.
Yendo al concepto filosófico, “comprender” implica entender los mecanismos internos y razones de existencia de algo mientras que “conocer” implica saber distinguir en esencia lo que es de lo que no es. No necesita de la comprensión. Y aunque algunos individuos pueden llegar al conocimiento a través de la comprensión, el conocimiento es más amigo del desorden y de la percepción. No todo el mundo tiene el don de la ciencia infusa pero intentaré despertarla en quienes la tengan dormida.
Sesión de fotos en el aeródromo de la Ferté Aláis (Francia). Foto Jesús Valbuena @Tejeval
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Desde el círculo exterior al mundillo, la Recreación Histórica es percibida como un CIRCO.
Aceptémoslo, a la gran mayoría del público de a pie no le importa nada excepto la media hora de espectáculo y el sacarse fotos junto a un friki amable…y si es mujer y guapa, mejor. En este nivel de conocimiento, la recreación histórica no es distinguible del cosplay (un muy respetable arte del que considero que los reconstructores tenemos mucho que aprender en cuanto a fabricación de útiles) y las ferias medievales de venta de quesos.
Con esta percepción, no es difícil encontrarse con grupos de colegas que lo que quieren es hacer el indio disfrazados (aquí sí que está bien aplicado el participio). Supongo que no es necesario que os describa lo que significa el término FARB. Pues está gente lo son. Lo mismo te llevan unas Nike con águilas nazis por toda la ropa, que se emborrachan como mirlos y te montan un jaleo con las autoridades.
Si bien estos grupos ya causan un perjuicio a los espectadores que necesitan COMPRENDER para respetar, es mucho más grave cuando se pervierte el concepto y se pretende convertir en un NEGOCIO.
Vamos a dejar algo muy claro, el reconstructor histórico profesional NUNCA JAMÁS gana dinero. Es más, es consciente de que todo lo que invierta es un dinero que no recuperará jamás. Incluso si algún día lo vendiera todo, perdería dinero. El negocio lo hacen aquellos que aprovechan la masa temporal que congrega el evento de reconstrucción. Básicamente, hoteles, albergues y bares.
Si a esta distorsión, le añadimos fines políticos o particulares que primen por encima de la historia, el “Akelarre” (permitidme la expresión) es completo.
Sesión de fotos en el aeródromo de la Ferté Aláis (Francia). Foto Jesús Valbuena @Tejeval
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El segundo nivel de conocimiento es el del aficionado a la historia al cual le apetece pasearse de uniforme un fin de semana. No hay recreador exento de cierto nivel de narcisismo. Si bien es algo que debiéramos intentar reprimir todos, hay un tipo más sano que otro.
Es normal hasta cierto punto sentirse orgulloso de un uniforme, de un equipo, que ha costado muchas horas y estudio conseguir, de tu propio grupo si has tenido funciones difíciles satisfactoriamente resueltas en él gracias a tu gestión... Es altamente insano en cambio el narcisismo integral. Resumiendo: “Yo soy el put* sheriff y tú, pequeña mierdecilla, has de servirme y alabarme porque no vales nada”. Para este último caso, recomiendo encarecidamente recordar “que es una obra de caridad enseñar al que no sabe”. Si tan bueno eres, baja del pedestal y ayuda a los que están perdidos. Antes de que seas tú mismo el que esté perdido porque todo el mundo te tenga asco.
Disculpad que me haya desviado. Ya os avisé que sería una columna algo caótica.
Volvamos al paseante histórico. Por lo general, este nivel de recreación es bastante superficial (en los bares los conoceréis). Son respetuosos en cambio y, aunque no son 100% correctos (casi nadie lo es), tienen interés en mejorar y escuchan los consejos y correcciones con agrado. (Salvo los narcisistas integrales). Aún no son reconstructores, y no todos lo lograrán porque, a partir de este nivel se requiere cierta actitud.
Sesión de fotos en el aeródromo de la Ferté Aláis (Francia). Foto Jesús Valbuena @Tejeval
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Llegamos al nivel del reconstructor “actor”. Tiene una comprensión que puede llamarse completa. Es el fruto de muchas horas de estudio y práctica en grupo. Su equipación es lo más perfecta que su presupuesto le permite. De cara al público actúa con un patrón grabado a fuego por el entrenamiento. Sin embargo, tiene una mentalidad moderna, artificial. El personaje que representa no es él. No se lo cree. En el fondo, para él, es solo un hobby como jugar al futbol o ir de picnic. Una excusa para disfrutar con los amigos. Eso sí, sin hacer el ridículo de ningún modo.
Este tipo de recreadores son excelentes autores de artículos técnicos, uniformidad y batallas. Es decir, información muerta.
Sesión de fotos en el aeródromo de la Ferté Aláis (Francia). Foto Jesús Valbuena @Tejeval
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Aquí por fin dejamos atrás los límites de lo que la comprensión puede proporcionar y entramos al nivel del conocimiento. Conocer la Reconstrucción implica sentir lo que se está haciendo en el interior de la propia personalidad. El personaje y la persona real se convierten en una sola dentro y fuera de la reconstrucción.
Eres capaz de comprender lo que sentía tu personaje 70, 100 o 2000 años antes. Sabes lo que pensaría. Serías incluso capaz de narrar sin prepararlo y cogido por sorpresa sus recuerdos de infancia y cómo era el mundo en que nació y creció. Ya no necesitas los libros para saber si algo o alguna actitud o frase es incorrecta. Ya nunca verás una película sobre hechos históricos con la inocencia de un niño que acepta lo que le echen. Te has convertido en un embajador del pasado en el presente.
En las personas con iniciativa y/o creativas, haber llegado a esta fase es algo que no se puede ocultar. Los libros de uniformidad, de batallas y los artículos técnicos pierden por completo su interés. En estos momentos siente la necesidad imperiosa de contar su propia historia. Unos escribirán novelas y guiones, pintarán cuadros, rodarán películas, darán conferencias, aspirarán a dirigir museos si es posible incluso.
Decía el gran Stanilavski que “cuando un actor se cree su propio papel hay que despedirlo”, en la recreación histórica es justo lo opuesto. En una obra de teatro, el actor está al servicio del director y no puede salirse de lo que le piden por su salario.
El reconstructor en cambio no tiene un director que le imprima el carácter buscado. Si no lo aporta él, como anteriormente he citado, no será más que un figurante “muerto” siguiendo un guión.
El pleno conocimiento de la reconstrucción aporta a su vez un carácter de incalculable valor para la vida diaria del ser humano. Se puede decir que te hace “mejor persona”. Te abre los ojos a la sencillez de las cosas importantes de la vida: Al valor de tenderte en un pajar a mirar las estrellas junto a tu enamorad@ de juventud, a escuchar con cariño a los propios padres y a los ancianos, a ser consciente de que nadie está a salvo de verse envuelto en un gran desastre y cometer una atrocidad (ni siquiera el más tranquilo de los hombres está libre de enloquecer), que nada construido por el hombre dura para siempre, a saber ser compasivo con el enemigo vencido e inflexible frente a lo que no está bien (es decir, que existen el bien y el mal), a resistir hasta el límite de sus fuerzas por proteger a sus seres queridos, a ser leal a los compañeros (pues la vida y salud de cada uno descansa en las del compañero) y comprender que no hay nada peor que haber sido un traidor y morir sin haberse redimido de algún modo con aquellos a quienes se volvió la espalda, que el ojo por ojo no es ningún consuelo y solo agranda las heridas y que la gloria de la guerra no es tal, sino tan solo un dolor tan grande que te hermana con todos aquellos que pasaron por tus mismos sufrimientos.
El recreador que alcanza este nivel de conocimiento ha recibido un gran regalo pues ha adquirido esta sabiduría sin tener que pasar por el trance siempre traumático y mutilador de la guerra.
En definitiva, es un hombre más sabio sin haber dejado pedazos de su propia alma en el camino. Es un hombre preparado para reconstruir una sociedad que pierde sus valores a pasos agigantados.