Su historia, al igual que la de 70 de sus compañeros, niños de la guerra principalmente vascos y asturianos alistados voluntariamente en la 3ª División de las Milicias del Pueblo de Leningrado, fueron el eje central de uno de los cuatro capítulos del libro de nuestros compañeros Guillermo Tabernilla y Ander González Fernández "Combatientes vascos en la Segunda Guerra Mundial", editado por Desperta Ferro Ediciones. Con demasiada frecuencia en los últimos años, y a pesar del buen hacer (en general) de los periodistas, que no hacen sino transmitir la información de personas muy vinculadas al llamado memorialismo, sucede que este movimiento, necesitado con demasiada frecuencia de titulares, nos sorprende de nuevo con uno cargado de emotividad; en este caso haciéndolo coincidir con la feliz visita de la abadesa del monasterio de Syandeba a Euskadi, pero la verdad histórica, fruto de la investigación en fuentes primarias y también bibliográficas (incluidas las rusas), además de la entrevista que hicimos en Villamayor (Asturias) al último superviviente de aquella generación de jóvenes combatientes Maximino Roda, nos autoriza a situar los hechos en su justa medida. En los últimos tiempos ha surgido un movimiento en torno a la aparición de algunos cadáveres de estos combatientes en las cercanías del monasterio de Syandeba (movimiento que se ha trasladado aquí a través de nuestra querida amiga Elena Alexandrova, vicepresidenta de la organización que aglutina a las asociaciones de rusos en España, trabajadora infatigable que tiende puentes por todas partes) y según nos comentan fuentes rusas se ha identificado, además de a Peña, al bilbaíno Ignacio Moro. Hasta ahí, la cuestión de la exhumación e identificación del resto no parece apuntar a que todos sean vascos, ni mucho menos, ya que sería demasiada casualidad, pues su presencia estaba muy diluida entre los cerca de 11.000 combatientes rusos que formaban parte de la citada división de milicias (si bien solo dos de sus tres regimientos fueron enviados a Karelia, estando el 3º, donde parece haberse concentrado el alistamiento de los miembros de la casa de jóvenes, con edades comprendidas entre los 15 y 19 años, formado por 2780 hombres). Es por tanto un tema bastante complejo, y de cuyo alistamiento comienzan a conocerse ahora las circunstancias, no solo del periplo de la 3ª División de Milicias en la inmensidad de la Karelia rusa, sino del feroz cautiverio de los supervivientes en Finlandia y su posterior traslado a España en un momento el que la falange exterior pretendía hacerlo coincidir con la visita a Berlín del ministro germanófilo Arrese. Otra cuestión es que esas fuentes orales a las que hace referencia Iban Gorriti se equivocan también al afirmar que Martín falleció bajo un tanque alemán, pues no los hubo en ese frente Karelio por la simple cuestión de que correspondía al despliegue del Ejército finlandés, con quien la URSS tenía un marcado conflicto territorial que ya había tenido su precedente en la llamada "Guerra de invierno", correspondiendo a las tropas alemanas el despliegue en otros frentes. Así pues, salvo congratularnos de la visita de la abadesa, que ha abanderado con sus monjitas la memoria de aquella generación de niños que murieron olvidados en tierra extraña, no podemos permanecer impasibles ante cuestiones inexactas, aunque sean bienintencionadas, que a la larga generan confusión entre la opinión pública, contribuyen a desinformar y pasan por encima del trabajo de amigos como nuestra querida Elena, ya que en lo que se refiere a la Asociación Sancho de Beurko Elkartea ya empezamos a estar acostumbrados.
Fotografía: Un joven Martín Peña. (DEIA)
Leer artículo en DEIA: https://m.deia.eus/2019/10/06/sociedad/historias-de-los-vascos/el-desconocido-heroe-vasco-ruso